ENTRADAS

If I were letters, I'd be...: Rutina

El primero de los despertadores empieza a sonar a las 6:30 de un frío domingo. A tientas por la mesita de noche lo encuentro y lo paro con una sonrisa en los labios y un 'cinco minutitos más' en mi pensamiento y me quedo en ese estado de medio dormida tan agradable en el que cinco minutos se convierten en cinco segundos. 

Suena el segundo despertador y ya no tengo otra oportunidad, es ahora o nunca. Unos golpes acelerados interrumpen la tranquilidad de mi mañana y de golpe, los veintitrés quilos de Thor, el Husky Siberiano, hunden el colchón. Sin piedad se me hecha encima y me lame toda la cara. Ya no tengo otra opción, o me levanto o muero aplastada por el entusiasmo de mi compañero de piso. Le dedico un gruñido de buenos días, me lo quito de encima con toda la amabilidad que consigo sacar a estas horas y le acaricio detrás de las orejas. Miro por la ventana con los ojos entre cerrados y veo unos tímidos copos de nieve que caen elegantemente hacia su muerte.

Me quedo sentada en el borde de la cama observando mis zapatillas a lo lejos (apartadas por la brutalidad de Thor) y renuncio a ellas mientras él, revolviendo la cola como un loco, me sigue a la cocina festejando que me haya levantado en el segundo intento (acostumbran a ser cinco) entre mis piernas, intentando con éxito algún que otro traspié. 

'¿Quién es el más guapo de esta casa?, ¿quién?' Le canturreo mientras él me rodea cual electrón cuando le pongo el pienso en su cuenco. Que fácil es hacer feliz a un perro. Amor, cariño y cuidados básicos y ya tienes todo su amor incondicional. Le dejo el cuenco en el suelo y antes de atacar la comida, primero me mira como dándome las gracias. 'Ataca chico, que debes de estar hambriento después de sacarme de la cama con tantas energías'. Y sin piedad alguna empieza a devorar. 

Me acerco a la encimera y cojo el termo, lo abro y para mi sorpresa, está vacío. Que raro. Si no recuerdo mal preparé más antes de irme a la cama. En fin, el caso es que no hay y una aquí presente sin café no es humana. Así que me dispongo a prepararlo.

Mientras se hace me siento en el sofá del comedor y al poco rato se me une Thor, enrollándose encima de las mantas del sofá. Estiro mi cuerpo todo lo que puedo para llegar al libro que tengo en la mesita de enfrente. Casi me caigo, pero estratégicamente colocando la mano en el suelo en el momento exacto ha impedido que me coma el suelo y empiezo a leer hasta que la cafetera grita como si le fuera la vida en ello. Me levanto a regañadientes (me quedé en la mitad de un capítulo y eso no lo soporto) y corro a la cocina. 

Me dispongo a ponerme el café hirviendo en mi taza favorita para quitarme el frío de esta mañana, pero...¿dónde habré dejado mi taza? Esa taza me la regaló mi hermano antes de irse de intercambio. En fin, da igual, tengo más. Me sirvo el café en otra del armario de arriba y me lo bebo como si fuera agua para un sediento viajero del desierto. Me visto con lo primero que pillo en el armario. Cojo el libro, ato a Thor, recojo las llaves del mueble de la entrada, cojo unos guantes, me pongo un ponche de lana y una bufanda y salimos a dar nuestro habitual paseo matutino.

Como siempre vamos al pequeño bosque con una explanada de campo que queda a poco menos de un kilómetro al norte, hoy decido llevarlo por primera vez a la playa. Sé que a Thor le encanta correr campo a través, pero puede que la playa le guste incluso más, quien sabe. Y a estas épocas del año se permite desatar a los perros en las playas al no haber bañistas, así que me parece un buen plan.

Primero Thor me lanza una mirada de esas que quieren decir 'Estas tonta hoy, ¿no? No deberíamos ir por aquí, ¡vas en dirección contraria!' No le hago caso y sigo por mi camino con un Thor poco entusiasmado.

Al llegar a la playa la cara de Thor era aun más discriminatoria y reacia al ver que lo desataba en el lugar equivocado. Estrelló su trasero en la arena ligeramente cubierta por la nieve y lo levantó como si tuviera un resorte al estar tan helada. Eso me hizo sonreír y anduve unos metros sin que Thor me siguiera, aun enfadado conmigo. Es un cabezota.

Abrí el libro y empecé a leer mientras andaba y a los pocos segundos, Thor se doblegó y vino hacia mí, con la cola gacha mirando de reojo y desconfiado el horizonte. Yo lo miré de soslayo y me paré de cara al mar, con las botas a pocos centímetros del agua. Como yo esperaba, Thor se acercó al mar, lo olfateó y se asustó tanto que echó a correr como alma que lleva el diablo. Me quedé allí quieta leyendo y oí que Thor volvía con la cola entre las patas. Me quité las botas, los calcetines y me acerqué un poco más para que mis pies entraran en contacto con la helada agua mientras los copos de nieve caían en ella. 

Thor siguió acercándose y volvió a acercar su hocico hasta tocar el agua. Todo se quedó helado unos segundos y sin previo aviso, Thor estornudó. Se asustó. Le gustó y entró al mar a la carrera. Ahogué un grito. Lo había lavado el día anterior. Al salir, Thor era feliz de mientras jugaba con la nieve todo mojado. 

Y si os preguntáis por lo del café desaparecido misteriosamente y mi taza no hallada... 

De detrás de mi una voz muy conocida me dijo '¿Creo que necesitarás ayuda para lavarlo luego, o me equivoco?' Al girarme me encontré con la cara sonriente, con esos hoyuelos y el pelo alborotado y lleno de copos de nieve, de mi hermano pequeño bebiendo mi café de mi taza favorita. Según él, acababa de llegar para hacerme una visita y solo viene en fechas señaladas como hoy y al verme tan gustosamente dormida, decidió dejarme en paz y salir a pasear, pero antes agotando las existencias de café y llevándose prestada mi taza. Él pensó que yo sería más ágil de mente y lo hubiera imaginado. Un amor, no cabe dudas.

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